¿Alguna vez has ido a comprar telas? Tú le dices a la vendedora, deme 1 metro y medio de esta y 2 metros de aquella o lo que deseas. No llegas a la tienda y dices: Oiga, deme tela. ¿Cuánto necesita? le dirán.
Así es con las palabras, necesitamos decidir qué vamos a
decir y qué vamos a callar. No podemos llegar y decir todo lo que se nos
ocurra sin medir consecuencias. La Biblia dice: Medirse en las palabras
es proteger la vida, pero el que habla demasiado termina destruyéndose.
No solo es medirse para hablar, es que el regalo
que nos hacemos al hacerlo es larga vida, es proteger tu existencia misma.
Cuántas personas andan estresados solo porque no midieron sus palabras y
ahora deben trabajar más, o pagar más cosas, o cumplir con más compromisos, o
han perdido una relación, solo por querer decir todo en el momento inoportuno,
o lo que dice alimenta sus preocupaciones y por tanto viven menos.
Hablar demasiado lo arruina todo porque también dice en
la Biblia: En las muchas palabras no falta pecado, uno de esos pecados es la
mentira.
Vale la pena callar, alargas tu vida, la proteges y
tendrás el control de ese pequeño pero controlador miembro del cuerpo, la
lengua. Por Mery Bracho
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