Cómo
podemos amar a los demás.
Amar
a los demás es hacer algo por ellos. Ama a los demás como te amas a tí mismo. Éste fue el mensaje que Jesús quiso enseñar a una persona que le
preguntó quién era su prójimo. Jesús le
contó de un hombre judío que iba caminando de una ciudad a otra, llegaron unos
ladrones, lo golpearon y le quitaron lo que tenía, dejándolo casi medio
muerto.
Pasaron
dos personas religiosas, un sacerdote y un ayudante del templo, lo vieron, en lugar de acercarse se alejaron y lo
ignoraron. Pasó luego un samaritano, era
de una ciudad llamada Samaria, los habitantes de allí eran enemigos de los
judíos, y el herido era judío. Este
samaritano se detuvo, lo curó, lo llevó en su burro a una posada, pagó por el
cuidado del desconocido y prometió volver a ver cómo seguía. Jesús dijo que ese era un prójimo.
No
es amor saber que alguien está en dolor y no ayudarlo.
No
es amor ir a un templo a hacer actos religiosos para adorar a nuestro máximo
demostrador de amor, Dios, sin tener la sensibilidad de ayudar a los
necesitados.
No
es amor tener la posibilidad y los recursos para ayudar a un desvalido y no
hacerlo.
¿Cómo podemos amar a los demás?
Podemos amar a
los demás acercándonos a ellos.
El
samaritano, no solo vio al hombre en su dolor, sino que se acercó. Cuando nos acercamos a las personas corremos
el riesgo de ser heridos por sus actitudes o forma de ser, o por algún desaire
que nos hagan. O es posible que sintamos
gran satisfacción al hacerlo y nos lo agradezcan. Si no nos acercamos no
podremos ser usados por Dios.
Podemos amar a
los demás curando las heridas.
El
samaritano curó las heridas, no solo es estar cerca, hay personas que necesitan
que aliviemos su dolor, que oremos por ellos, les apoyemos, cuidemos en algún
momento de un familiar enfermo, hagamos un trámite por ellos, les demos algo de
comida, ropa, dinero para salir de un apuro, escuchar sus problemas, dar
palabras de aliento, servirles, aliviar sus cargas o dolor.
Podemos amar a
los demás ajustando o flexibilizando los planes para ayudarles en el
camino.
El
hombre desconocido cambió sus planes para ayudar al herido. Le costó no solo tiempo sino dinero. En nuestra rutina de estrés no nos gusta que
nadie nos cambie los planes, pero debemos incluir en nuestros planes el ayudar
a los demás, el compartir, y tendremos un tiempo más productivo.
Es
interesante que Jesús, el hijo de Dios, tomó como ejemplo de amar al prójimo a un desconocido,
despreciado enemigo, herido, indefenso y necesitado. Y nos dice que amemos una
persona así tal como nos amamos a nosotros mismos. Jesús puso un caso extremo para que veas que
no hay límites para el amor. Por Mery Bracho