Tú y yo podemos construir y ayudar a otros, con nuestra contribución otra persona puede alcanzar también el éxito, puede encontrar una luz en su túnel para salir de él, puede ver una perspectiva distinta que antes no veía, puede ser bendecido con tu consejo o tu apertura para que él vea cómo estás alcanzando tú mismo las metas en la vida.
Hay gran satisfacción cuando nos detenemos en el camino para darle la mano a alguien que está estancado, que no tiene fuerzas, que ya no tiene esperanza en el vivir. La Biblia dice que es afortunado, es bienaventurado, es muy feliz el que piensa en el pobre.
No será en vano tu esfuerzo en ayudar, será recompensado por Dios, verás que el mundo para esa persona puede empezar a cambiar si sólo te detienes a ayudarlo. Si varias personas en tu comunidad hicieran lo mismo que tú, empezaría a cambiar la cara de esa comunidad, con más gente feliz y más caras con mejor actitud ante la vida.
Construyes con tus palabras, cada elogio, buen consejo, asesoramiento, palabra de Dios, crítica constructiva con amor, dirección, guía, serán como ladrillos en el fortalecimiento de la vida de la otra persona. Construyes con tus actos, tu servicio, tus dádivas, regalos, tus favores.
Las otras dos opciones en esto de relacionarnos con otras personas es ignorarlos, aún cuando vemos que nos necesitan o destruirlos, sólo criticándolos, viendo cómo les va mal pero no haciendo nada al respecto.
Ojalá que seas uno que construye, empezando por tu familia, por tus propios hermanos, hijos, pareja. Luego mira más allá de tu círculo y ayuda al que le no necesita. Los amigos de Jesús le preguntaron: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.” Por Mery Bracho
Mateo 25:37-40